HISTORIA de RIBADESELLA


Aunque el territorio de Ribadesella ya estaba habitado en el Paleolítico, como podemos comprobar en Tito Bustillo, las primeras referencias escritas son del siglo I antes de Cristo mencionando la ría de "Noega" que separaba los astures de los cántabros y al río "Salia". Los riosellanos de la época pre-romana llevaban el nombre de "Salaenos",
La romanización no fue aquí excesiva. Tras la victoria sobre las indómitas tribus astures y cántabras, Roma decidió dividir ambos pueblos por el río Sella, Astures en Lusitania y cántabros en Tarraconense.
La fundación de la villa y se sitúa en el siglo XIII, con Alfonso X el Sabio. Durante la Edad Media se vivió un considerable esplendor gracias a los astilleros y al comercio marítimo, especialmente de la sal, indispensable para la salazón de pescados. El puerto tuvo un papel clave en el abastecimiento de todo el territorio con actividades como la captura con red de salmones en el Sella y la caza de las ballenas para derivados del cetáceo como la carne en salazón o el aceite de candil.
En 1517 visitó la villa el emperador Carlos I, que desembarcó en Tazones en su primer viaje a España, siendo agasajado con festejos durante dos días. Durante este siglo XVI se fortificó y artilló el recinto de la ermita de Guía para defender el puerto de los corsarios y de las escuadras enemigas de Felipe II.
Durante el siglo XVIII Ribadesella intentó consolidarse como primer puerto asturiano, pero quizá por influencia de Jovellanos, las inversiones se fueron hacia el puerto de Gijón dejando a Ribadesella un tanto estancada en su progreso. 
Durante la invasión francesa la villa fue utilizada como cuartel de retaguardia y puesto de avituallamiento para las tropas del general Ballesteros, que resistía junto al río Deva. En 1810 el general galo Bonet rompió las líneas y llegó a Ribadesella, que volvió a sufrir los rigores de la ocupación.
En 1865, finalizado el ensanche, se construyó un puente de madera sobre el Sella, que fue sustituido por otro de hierro en 1892. Este resultó destruido en 1937 por avatares de la guerra civil y en 1940 se inauguró el actual puente de hormigón. En los años sesenta y setenta se acabó de urbanizar el arenal de la playa de Santa Marina, quedando la villa configurada tal como hoy la conocemos.

 








 
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